Participar de forma constructiva en un equipo de trabajo requiere de unas habilidades emocionales que no se enseñan en las escuelas.
Mantener una actitud de servicio hacia los demás miembros del equipo y anteponer el éxito común a los intereses personales de cada uno son algunas de las capacidades que se adquieren cuando formamos parte de un equipo de trabajo.
El trabajo en equipo implica un grupo de personas que trabajan juntas para conseguir un objetivo común. Cada uno tiene una función distinta y aporta lo mejor de sí mismo para obtener el mejor resultado.
Y, como un equipo de fútbol necesita un entrenador o una orquesta necesita un director, cualquier equipo necesita un jefe.
La figura del jefe es determinante para el buen funcionamiento del equipo. Por ello, más que un jefe, la persona que se encarga de dirigir debería ser un líder, alguien que sirva de ejemplo para los demás por su buen hacer, su carisma y su forma de relacionarse con todos los miembros del equipo.